Algún día sale para pasear a su perro. Carlos está en la mesa, mirando algo. Culito en pompa, con esos jeans negros que lo hacen muy seductor... y Emilio le pone el bozal y la correa a su perro y tiene el culo de Carlos tan cerca. Es un culo muy apetitoso que podría pellizcar sin problema y de hecho casi se tiene que morder la mano para no hacerlo, para no tocarlo algo tan hermoso. Irresistible. El cuerpo de Carlos es toda una tentación, su simpatía todo un regalo para ese corazón amargado como es el de Emilio. Sabe que Carlos es a Ana a quien ama, que no será nunca para él. Carlos es como un espejismo, un juego, un sueño, fingir por unos minutos que puede ser feliz. Olvidar su vida de soledad y amargura. Le gusta salir de su cuarto y encontrárselo sentado en una silla, acariciándose la barbilla. Mirando con cara de depravado a su novia. Es tan guapo... Cuando Ana está delante, cuando va vestida muy provocativa, Carlos sólo tiene ojos para ella y saluda de pasada a Emilio algo que entristece mucho al hombre. Emilio extraña esos tiempos en los que hablaba con Carlos pero no quiere ser él quien tome la iniciativa. Se masturba pensando en él y escuchando su voz cada vez que está.
Esa noche cuando Emilio regresa de pasear a su perro Carlos está en la casa cenando. Se saludan y Emilio se va a su cuarto. Emilio se empieza a masturbar. No tarda en tocar a la puerta su madre.
--¿¿¡qué mierda quieres??¡¡ --grita Emilio muy molesto.
Odia que lo interrumpan y si encima se estaba masturbando... Está furioso.
Carlos se siente un poco incómodo por los gritos de Emilio al ser interrumpido. Con timidez le dice a su novia:
--que pena tener que molestar a tu hermano por nuestra culpa. Yo podría intentar arreglarlo.
--si pero es que este video es de él, nos lo deja para que veamos las películas, mejor le preguntamos a él.
Al saber que el perjudicado era Carlos entonces Emilio sale en seguida. Carlos lo mira tímido:
--que pena molestarte, pero es que se nos ha enganchado la cinta. Si fuera mía la arranco --dice poniendo cara de bestia-- pero es que es del video club...
--No tranquilo. Ya estoy acostumbrado... es algo habitual.
Para hacerlo más tranquilo, ya que si fuera por Carlos no pasa nada pero le pone muy nervioso la presencia de su madre y su hermana, se lleva el video a la habitación. Está acostumbrado a abrirlo él pero en esta ocasión los tornillos están muy duros. Entonces Ana le dice a Carlos que se acerque. A Emilio le emociona tener a Carlos en su habitación. El chico va en plan muy profesional, que si era para el lado contrario a lo que lo hace Emilio, que si ese destornillador no era el más adecuado pese a que Emilio le dice que siempre lo ha hecho así y con ese destornillador lo que pasa es que están los tornillos duros porque acaba de llevar el video a arreglar. Carlos tiene que dar la razón a Emilio con una sonrisa, era para el lado que Emilio decía y acaba, aunque prueba otros, usando el que tenía Emilio. Pero efectivamente, el problema es que los tornillos están muy duros. A él también le cuesta mucho. Ana pasa el tema y se queda en el comedor, Carlos y Emilio están bastante rato los dos solos tratando de abrir el video. Emilio disfruta mucho de esa soledad junto a Carlos, también disfruta de la vista que es de lo mejor. Cuando Carlos no está agachado, Emilio está a su lado y no puede dejar de mirar con deseo su gordo bulto de la entrepierna con un gran apetito sexual. Tiene mucha hambre de verga y esa le gusta mucho. Carlos es irresistible. Emilio tiene que hacer un gran esfuerzo para no lanzarse a sus brazos. Ese apetitoso culo que tanto le gusta es una cosa deliciosa mientras está desenroscando los tornillos. Esos jeans ajustado resaltan mucho su belleza. Emilio está loco por él. Le gusta su mirada. Sin barba lo ve más crío, cuando lleva barba como ese día está increíble. Emilio está feliz. Es como si viviera un sueño. Hacía tiempo que no disfrutaba de un momento así con Carlos y está encantado.
--que duro está esto --se queja Carlos.
Cada tornillo sacado les cuesta a ambos un gran esfuerzo.
--¿hacemos uno cada uno? --le dice Emilio.
Carlos sonríe:
--si no te molesta...
Le da el destornillador ya que el que tenía Emilio es el único que va bien. Emilio está encantado de compartir ese momento con él. Carlos está un poco harto ya que cuesta tanto abrir el video. Emilio tiene uno en su habitación que le acaban de comprar. Carlos pierde la paciencia y dice un poco antipático:
--yo aquí matándome para ver una película y tú con un video nuevo. Ya nos lo podrías dejar, no seas tan egoista, comparte tus cosas.
Emilio se queda un poco decepcionado. No le ha gustado nada el tono que ha usado con él ese chico que ella veía como la ternura personificada. Como el chico perfecto.
--¡¡eso tenía pensado hacer si no logramos abrir el video que también es mío y no es muy viejo¡¡ --recalca molesto y con un tono más alto del que ha usado Carlos.
Carlos se da cuenta que se ha pasado. Le da pena que el hombre se moleste con él:
--no te enfades, perdona... el video es tuyo y yo tienes porque dejárnoslo. Bastante haces con dejarnos este. Además la cinta la tengo que devolver mañana así que hay que abrirlo...
Aunque el esfuerzo es compartido Carlos es el único que se queja.
--joder, me duelen las manos.
A Emilio le hace gracia que ese chico tan guapo sea tan quejica. Aunque le ha molestado el anterior comentario de él, está encantado de ese momento de "intimidad" con su cuñado. Aunque es tan guapo que parece un Dios pues es humano y no todo tiene porque ser bueno.
--venga, que solo queda uno... --dice Emilio.
Es Emilio el que saca el último tornillo embriagado por el aroma de él que está a tocar de su cuerpo. Carlos hace los honores de sacar la cinta:
--bueno... por fin...
Entre los dos ponen la tapa del video. Se rozan las manos y Emilio vibra. Ya más tranquilo, Carlos mira la habitación del joven. En esa pared hay dos cuadros de paisajes pintados al óleo.
--¿y estos los pintaste tú?
--No, mi padre.
--yo lo decía por el nombre.
--si nos llamamos igual.
Carlos sabe que a Emilio le gusta estar con él y le da pena irse pero él quiere estar con Ana .
--bueno, ponemos de nuevo los tornillos y ya está.
--no hace falta por si se vuelve a enganchar la cinta.
--bueno si quieres los enrosco yo sólo con la mano.
--no tranquilo, ya lo haré yo.
--¿seguro?
--si.
--no estás enfadado conmigo por haber sido antipático antes ¿no? --dice Carlos con cara de bueno.
--Jamás me enfadaría contigo.
Los dos se sonríen. Emilio carga el video.
--¿no quieres que lo lleve yo?
--¿sabes conectarlo? --pregunta Emilio .
--puedo intentarlo aunque siempre es mi padre quien se ocupa de esto... --dice Carlos con una sonrisa tímida.
--mientras tú aprendes a hacerlo yo hace rato que lo tendría puesto. No hace falta perder más tiempo.
--como quieras...
Carlos está un poco distante porque ha acabado harto de los tornillos. Emilio se siente contento del momento compartido con Carlos. Mientras Emilio está poniendo el video en su sitio. Ana madre, harta del aislamiento de su hijo, dice:
--¡¡es que no sé porque tienes que hacer todas las cosas a escondidas¡¡ ¡¡si no te llevaras el video a tu habitación seguro que no te habría enganchado el video¡ ¿verdad?
Emilio está acostumbrado a tratar mal a su familia, solo Carlos se libra del mal genio del amargado y virginal treintañero.
--¡¡te callas la boca que nadie te ha preguntado¡¡
Ana espera que su hija y su yerno la apoyan. Ana hija pasa de todos. Carlos es el que dice:
--eso no tiene nada que ver.
Carlos y Emilio se sonríen. Emilio mira a su madre muy molesto. No las soporta. Sobretodo su madre. Le saca de quicio.
--No te asustes porque me trate tan mal, estoy acostumbrada --le dice doña Ana a Carlos en pose de víctima que saca de quicio a Emilio .
--no pasa nada, lo comprendo --dice Carlos mirando con ternura a Emilio .
Emilio se encierra en su cuarto. No le gusta estar con su familia. No le gusta ver a Carlos, que es un amor, que le encanta, al lado de una chica que no lo respecta. Emilio en su cuarto mientras Carlos y Ana ven por fin la película. Emilio mira la foto de su cuñado:
--Mi vida es una mierda... sólo tú le das sentido a ella, sólo por ti merece la pena vivir...
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