viernes, 26 de junio de 2020

Capítulo 9



Nuevamente es sábado. Emilio  está ansioso pensando en  su objeto de deseo. Él llega en el momento que Emilio se iba a ir con el perro. Se encuentran en la entradita. No lo ve porque está todo oscuro. Carlos lo saluda. Emilio enciende la luz para poder disfrutar a ese Adonis. Carlos está acariciando a  Kufy . Está de espaldas al hombre. Emilio  no le llega a ver la cara, sólo el culo. Ese culo que es un culo 10. Emilio  mira fijamente ese culo mientras Carlos  acaricia al perro. Emilio está muy excitada deleitándose con la fascinante visión del culo de él... Ese culo tan bien hecho, tan perfecto en esos jeans negros. No tiene ninguna ganas de separarse de su lado pero debe hacerlo por su perrito que ya está en la puerta y porque sería demasiado descarado. Cuando vuelve él está separado de todos sólo pendiente del partido de fútbol Barça-Madrid. Se queja mucho por el árbitro. 
--¡¡si era gol...¡¡ ¡¡le ha robado un gol al Barça descaradamente¡¡
Mientras que Carlos  no hace más que renegar,  Kufy va al plato de él y pilla lo que puede. Emilio , que sólo estaba pendiente del paquetorro  de Carlos , no se da cuenta. Cuando ve que su plato está casi vacío, empieza una pelea entre el chico y el perro por conseguir comerse el último trozo.
--Venga,  Kufy --dice Emilio .
El perro se distrae mirando a su dueño. Carlos  se come el trozo y saca la lengua al perro divertido. Emilio  le saluda y Carlos responde riendo. Está incluso más pendiente del partido que de su novia, así que Emilio  se retira a su cuarto con un sabor agridulce. Le gusta Carlos  pero necesita algo más. Hecha de menos esos encuentros largos con él, también es cierto que está cansado de una vida vacía, una vida vacía que sólo llenan los encuentros con Carlos . Se masturba pensando en ese culo. En ese bultaco de la entrepierna. Escuchando los gritos de Carlos viendo el partido.



Un par de días después, Emilio  está en el centro. Viene de correos.  Justo camino al bus se encuentra con Carlos  que está trabajando. Lo pilla de sorpresa. Ya no hace su zona pero no sabía que hacía la del centro que es la zona de su hermana. Carlos le señala la otra acera en la que reparte sus cartas Ana . Ambos van vestidos igual, el uniforme del trabajo. Emilio siente celos de Ana  que hasta en el trabajo disfruta de la compañía del guapísimo cartero. Le da rabia la cara de enamorado con la que Carlos la mira. Emilio  celoso se va sin apenas saludarlo. Lo saluda pero muy seco y es que los celos lo atormentan.

Al medio día, Emilio  sale de su cuarto para sacar a su perro. Resulta que Carlos  no se encuentra muy bien y Ana  se lo ha llevado a comer a la casa. Carlos  tenía una pelota en la mano para jugar con el perro pero se para al ver que Emilio  lo va a sacar. El virgen treintañero contempla por unos momentos la belleza del chico. Carlos lo mira sin decir nada. Le gustaría meterse en el interior de el virginal hombre para poder saber lo que significa para él, lo que le despierta. Tiene miedo que sus miradas sean lo que parece, unas miradas de deseo. Y aunque se siente rico siendo objeto del deseo de alguien ya que su novia no le hace casi. Ama demasiado a su novia como para querer que su cuñado se enamore de él. Está seguro que un hombre ya maduro como Emilio nunca se fijaría en él. Cree que todo se debe deber a la soledad de él. Así lo quiere creer y así lo espera. Emilio lo saluda. Entonces Carlos  con una sonrisa simpática pero con un tono regañón le dice:
--ahora sí me saludas pero en la mañana has pasado de mí ¿es que no me vistes?
--si claro.--dice sorprendido.
--¿y porqué no me has hecho caso?
Y a Emilio que no hace más que estar pendiente de él le sorprende que lo acuse de pasar de él.
--perdona pero yo jamás pasaría de ti.
Es una defensa de sí mismo demasiado apasionado, lo que hace que Carlos  se reafirme en que los sentimientos de el virginal hombre hacia él son más profundos de lo que debería pero le gusta pensar que ese hombre es feliz gracias a él, espera que esto no se les escape de las manos a ninguno de los dos. Sólo desea ayudar a Emilio  a encontrar su felicidad que Carlos tiene muy claro que no está a su lado. Carlos sabe que es la única persona a la que se está abriendo, Carlos espera que Emilio se dé cuenta que necesita algo más y lo que pueda sentir por él, que tampoco espera que sea muy profundo, lo haga desear vivir un amor de verdad. Se sentiría satisfecho si ese  hombre que tanto lo venera alcance su felicidad gracias a él.
--¡¡claro que te he saludado... faltaría más¡ 
Se calla un:
--si hasta me moría por besarte pero tú sólo tenías ojos para tu novia, por eso no te has dado cuenta que sí te he saludado.
Con una sonrisa, Carlos dice:
--bueno, yo juraría que no me has saludado pero como estaba distraído mirando las cartas... no me habré dado cuenta.
Emilio  le está apunto de decir que a quien miraba es a su hermana pero llega Ana . La madre  consiente al malito. Y para sorpresa de la madre ya que ninguno de sus dos hijos la ayudan, Emilio se ofrece a ayudarla. Mientras que Ana  está en el sofá con su novio, Emilio  es el que lleva todos los platos a la mesa. Carlos  se lo agradece.
--si necesitas algo me avisas --dice Emilio .
--gracias --le dice con una sonrisa.
Emilio  hasta le prepara una manzanilla. Se tocan las manos al pasarle la taza. Carlos le guiña el ojo. 
--gracias por todo... eres un gran amo de casa.
Carlos le guiña el ojo sonriente y Emilio muere de amor. 
--¿no necesitas nada más?
-no gracias. 
Y Emilio ya no encuentra excusa para quedarse con ese chico tan guapo. Emilio  se encierra a su cuarto. Se masturba con la voz de Carlos de fondo. La oye pero no escucha qué dicen. Ni imagina que hablan de él.
-- Emilio  necesita amigos, salir.
--no le gusta salir.
--necesita relacionarse con gente de su edad.
--tú no lo puedes ayudar... dejalo que para eso está su psiquiatra --Ana madre.
--pero es que no puede estar toda la vida así --dice -Carlos  preocupado por el virginal hombre.
--yo te aseguro que ahora es gloria, ha dado un cambio. Será la edad --dice la madre que sabe que el cambio es por Carlos-- ahora ya no nos trata tan mal. A veces parece que nos odie.
--¿y el médico que dice?
Con gran angustia porque sabe que su hijo nunca va a ser feliz, doña Ana dice:
--pues que él es así y no hay nada que se pueda hacer. Todos los psicólogos y los psiquiatras se cansan de él y se lo pasan unos a otros. Es un volver a empezar cada vez y así desde sus 18 años. Cada vez me cuesta más que no lo deje. Emilio está harto de los médicos.
--pero toma medicación, ¿no?
--si pero usan a mi hijo de conejito de indias. Le dan todos los medicamentos nuevos que sale y ninguno le hace nada. Y también  toma antidepresivos...
--pero no parece que le hagan nada --dice Carlos triste.
--No es tu problema --Ana hija.
--¿y el tuyo tampoco? Es que parece que a nadie le importe lo que pase con tu hermano.
--Emilio  nos ha obligado a vivir con su amargura ¿crees que es fácil vivir con él?
Carlos  aprovecha, que doña Ana no esta,  para decirle:
--vente a vivir conmigo. A casa de mis padres. No tenemos porque esperar...
Ana  lo mira sorprendida. Se esperaba cualquier cosa menos eso. Carlos  está feliz seguro que es buena idea.

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